Llega envuelto de magia, con imponente libertad, y en eterno rocanrol. Regresa a cobrarse una deuda pasada, una jugada no olvidada, o simplemente a provocar en ese intento fallido de no perseverar, una vía de seducción que susurra lento y bajito en mis oídos que el futuro ya llego nomás. Y mientras me encierro en su boca prefiero no despertar, el mundo puede caerse ahí abajo, a mi solo me importa estar acá, rodeándome de peligro y de inmensa sensación, dejando que la gente hable de lo que sabe y de lo que no, mucho más. Una invitación a perder el pudor, a compartir un rato y envolverse de sudor, se llena el espacio de acordes de guitarra, de humo y fugaz alcohol. Sumergirte en este mundo prohibido, muy distinto y lejano al mío, hacerte creer que soy, algo más y un poquito del todo, lo ya visto y su mejor. Dejando en reposo mi mochila de historias para repasar, una y mil veces, que me canse de tanto llorar. Sólo escucho tu risa, y siento paz, tu incierta gloria y tu manera de simular, comprándote un cuento muy bien vendido y repasando las calles que a oscuras nos quedan por transitar. Jaque mate a los sentidos y razones, acá de nada valen las justificaciones, abandono la perseverancia de creer que lo que nos tocó, nunca nos ha herido, y me dispongo a disfrutar, poco me importa si los lugares que fingieron ser míos hoy les toca volverme a juzgar, se quedan en cero, me harté de verles caer el velo.
¿Quién da más?
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