miércoles, 7 de diciembre de 2011

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Sus ojos titilan, destilan lágrimas de rimel de una noche anterior, mientras su cabeza baila al ritmo de unos tambores que ayer le hacian vibrar lo talones. Se envuelve en la sábana intentando separar alma y cuerpo para poder descansar, cuando lentamente comprende que la alcanzan los rayos de sol desde la ventana y le besan dulcemente los oídos. Sus brazos alzan una reverencia al cielo raso y sus piernas se alejan de su ser con delirio de inmensidad, su pecho se vuelve continuo al ritmo de una respiración que busca lugar en el mundo de la realidad. Se decide a aventurarse en lo que la invita a ser un nuevo día y para ello busca alguna prenda para cubrir su piel, esa misma piel que compartió espacios con otras, donde se sintió tan cómoda con alguna caricia que hoy parece difícil reencontrar. Comprende y recuerda sentada al borde de su cama, juega su paciencia a intentar encontrar las ojotas que en la madrugada revoleó, repasa los sucesos que jura no volver a vivir aunque sabe perfectamente que se está mintiendo. Parte de su cabeza funciona con ese movimiento, la pérdida inmendiata de paciencia para conducir al camino de la eterna insolencia en donde el corazón parece desviarse siempre al lado equivocado y se prefiere las peores elecciones con tanto capricho y aliento que por momentos parece que nos engaña y los vemos correctos. Entiende, finalmente entiende en que parte del juego accede a meterse, que está dispuesta a dar e incluso que es lo que va a pasar, de sólo pensar en la idea de ser una ficha más se le revuelve el estómago, le brotan mil interrogantes y las respuestas huyen despavoridas por las paredes. Suspira y menea la cabeza, intenta olvidar incluso lo que tiene tan tatuado en la rutina, eso mismo que la ata a la verdad, al principio de todo y que roza con su moralidad, desea fervientemente quitarse algunas sensaciones, los besos que le negaron y esa mirada no muy lejana que le esquivaron, y se decide a improvisar, se despega de esa cama, que es su cama, su refugio y un único lugar, y enfrenta al mundo, con sus idas y venidas, con sus volteretas y sus miradas indiscretas. Baja los escalones uno por uno pensando que desayunar, el piso esta frío y la ventana le indica que no hay demasiada visibilidad, al sol parece que también le costo levantarse y ella piensa que seguro fue por pensar la noche entera en algún amor. Mientras carga la pava y la pone a calentar, ansía el té que va a preparar, se huele en el aire un fresco olor a pan y la ducha empieza a gotear, se desnuda con paciencia, dejando que cada hilo arrastre en su piel, se mira al espejo y se sonríe al sentirse y verse tan viva. Porque sea tristeza, nostalgia o pereza, eso es estar viva y lo que le devuelve el espejo es la imagen del envase de todas sus sensaciones, asi que decide dejar de juzgar cualquier defecto y dejarse empapar, cada gota de agua que rueda por ella limpia de viejos dolores, de dulces sabores para volver y recomenzar. Cierra los ojos y siente el infinito y ya no puede pedir mucho más..

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