Lo que la mente guarda y uno da por olvidado es eso que nos sorprende en el cordón de una esquina cualquiera en una hora inexacta, cuando todo parecía dirigirse a otro lado es ahí donde el cuerpo nos inmoviliza para rumbear contra una corriente impensada hasta esa misma mañana en que nos levantamos. Los años hicieron maravillas con los destinos, nos mantuvieron entretenidos entre historias que se destejían al azar y atardeceres con gusto a mar, para olvidar los balcones que nos escondían del más allá. No había nada más que el sonido de tu boca haciéndose rebelar contra lo más duro, contra algunos miedos oscuros, y no necesitábamos más que la risa cómplice y muchas calles que caminar. Desempolvando viejas memorias no me cuesta nada volverte a respirar, a escucharte con claridad ciega, a prácticamente volverte a soñar, y no es casual que no te encuentre entre los espacios que antes eramos de habitar, es parte de una jugada discreta, algo rara y coqueta que nos invita a seducir con una distancia, que trae a consecuencias fantasías y coloca las ansias de volverte a vislumbrar. Puntos de vista diferentes siempre haciendo rico nuestro andar, parecía que nadie entendía que era lo tan especial que pretendíamos preservar, y aunque el reloj ya nos sacó el disfraz, espero que te llegue ese cálido recuerdo que se conservar, que desde donde te encuentres, en algún momento respirar, ese aire frío que sobre tus ventanas sabíamos batallar. Y mientras espero una revancha a lo que dejé pasar, pido que esa estrella te guíe y te deje regresar, a donde siempre supimos que nada era eterno, a donde nunca compartimos otra cosa que lo nuestro.
un perfume de fotos amarillas, un nombre gastado de tanto nombrar
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