lunes, 27 de diciembre de 2010

Es curioso, no se si logro interpretar las señales del destino..tampoco se si creo en él, pero es extraño que a veces me presente ciertas situaciones tan claramente, y más que situaciones, son personas especificamente. Es clave que sea en un medio de transporte, y ahora que lo pienso..ambos en su mirada son parecidos. Subte y colectivo se enamoran al entrometerse. Sea la hora que sea, ellos dos están, y cuando notan lo mismo que yo, que es la presencia del otro ser en el mismo lugar y momento, nacen cuatro mejillas coloreadas. Vuelve a repetirse la misma seguidilla de acciones, mirada derecha, mirada izquierda, revisar en los vidrios no muy limpios el aspecto, acomodar el mechón de pelo rebelde y seguir admirando. Curiosamente, uno me ve recién levantada, otro a punto de acostarme. No se sus nombres, ni sus edades, pueden que se sean Juan o Martín que da lo mismo, hacen que el viaje tenga ese gustito a ilusión, a mariposas en la panza, a nerviosismo simpático. Federico del subte sólo escucho de mi un "gracias", algo tímido y quebradizo alguna mañana que tuvo el gesto caballeroso de permitirme descender primero, Manuel del colectivo sólo se conforma con mi silencio acompañado de una tímida mirada verde. Y las despedidas son amargas, ambos se pierden entre el mar de gente, caminando y volteando el rostro al compás, no hay día o noche que la última mirada no te examine, no guarde todos sus detalles, quizás no volvamos a vernos, puede que el destino se canse un día y deje de apilar horas para reencontrarnos. Cuando ese día nos encuentre, les deseo un hasta luego, fue un gusto admirarlos desde lejos, me quedo imaginando sus voces y vidas, inventando algún abrazo, regalándoles un beso.




(¿importa acaso?)

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